Escarlet Majano (El Salvador, 24 años), es el nombre ficticio de una de las personas atendidas en el servicio de acogida de la Fundació Germà Tomàs Canet para mujeres refugiadas o solicitantes de asilo que han sufrido violencia de género. Un servicio que forma parte del Programa de Atención de Personas Refugiadas de la Fundación; con el que se da apoyo en el proceso de recuperar la vida autónoma a través de la vivienda, la formación y la inserción laboral.
¿Qué te llevó a dejar El Salvador?
Mi pareja me maltrataba emocional y psicológicamente, y cuando me quedé embarazada su trato fue a peor. Sin yo saberlo ni quererlo me dio abortivos que casi hicieron que perdiese el bebé.
Soy católica, y en mis principios no está interrumpir el embarazo, por lo que decidí que tenía que hacerme cargo de mi hijo. Con la ayuda de mi hermana estuve guardando reposo por tener un embarazo de alto riesgo, y cuando pude migré a España.
¿Cómo fue tu llegada a la Fundació Germà Tomàs Canet?
Llegué a Sevilla el 4 de diciembre de 2021, estando embarazada de 15 semanas. Por mi situación solicité asilo, pasando ocho meses con las Hijas de la Caridad. Después me comunicaron que tenía que trasladarme a Barcelona, donde la Fundació Germà Tomàs Canet gestiona un recurso adecuado para mí y para mi hijo.
Fue un jarro de agua fría, ya que era alejarme de las amistades y de la red de apoyo que había hecho para volver a empezar a cero, pero decidí mantenerme positiva. Si con las Hijas de la Caridad estuve bien, ¿por qué iba a ser distinto con la Fundació? Y ciertamente fue un cambio radical, pero para bien.
¿Cómo fue tu acogida en la Fundació?
Venía con muchos nervios. Me sentía muy perdida y los primeros días no podía ni dormir. Pero desde el primer momento las profesionales de la Fundació, Anna y Sara, me hicieron sentirme acogida, me demostraron que se preocupaban por mí y por mi hijo. Sentí esa hospitalidad, esa compañía y ese abrazo que una necesita cuando se encuentra en una situación difícil.
¿Qué tal estás en el piso de la Fundació?
Estoy muy bien. Además de las profesionales, estoy acompañada de otras mujeres con las que comparto mucho más que el tener un mismo dolor. Ser mujeres, en algunos casos el venir de América o tener hijos, estar en el mismo proceso… Tenemos muchas cosas en común, muchos sentimientos compartidos, que ayudan a la convivencia.
¿Cómo influye en tu proceso de asilo el ser madre monomarental?
Influye bastante. Mi hijo no podrá ir a la guardería hasta el siguiente curso y, pese a que ya cuento con el permiso de trabajo, por estar cuidándolo aún no he podido ni trabajar ni formarme presencialmente.
Esto me hace muy difícil cumplir con todos los objetivos, pero intento tener mis momentos para ir avanzando.
¿Cómo imaginas tu futuro?
Tengo la incertidumbre de si mi resolución sale positiva o negativa. Si es positiva, gracias a Dios pasaré a la siguiente fase y seguiré en el camino.
Si sale negativa, me tendré que marchar no sé a dónde, pues no tengo familia ni apoyos. Y ojalá hubiese un recurso intermedio, de unos meses, para que si sale una resolución negativa tengas el tiempo para ver qué haces.
Es algo que sufro no ya por mí, pues si hace falta dormiría en la calle, sino por mi hijo. Decidí alejarme de todo por él, para que estuviese bien y fuese feliz.